“Cuando tenía como 6 años mi madre que era artista me dijo que yo no tenía habilidad manual, que todo lo que hacía con mis manos lo hacía mal.
Durante los 1 años de colegio ella me hizo todos los trabajos manuales para que no me bajara por ésta razón el promedio de notas.
Por supuesto ésta información la integré a mi historia y la defendí por décadas; “Lo manual no es lo mío”
Hace como 8 años una amiga pintora me invitó a participar en un curso de pintura al óleo en el cual iban a participar todas nuestras amigas, la idea era muy tentadora pero le tuve que confesar a mi amiga que no tenía nada de habilidad manual y que era imposible que pudiera pintar algo, que todo intento de hacer algo con mis manos era un autentico fracaso. Sin embargo la idea de pasar esa hora con el grupo de amigas era muy seductora y opté por inscribirme solo por un mes solicitándole a todas que por favor no se burlaran de mi.
Ese primer cuadro que pinté está colgado en el living de mi casa junto a varios otros, por mucho tiempo pensé que había sido un milagro. No soy un Rembrandt pero mis cuadros pueden ser colgados en una muralla y las personas se interesan en ellos y los encuentran hermosos.
Creí esa historia y no era real y le puse límites a mi vida a todas las posibilidades de maravillosas experiencias de creación artística.”
Historias como éstas hay miles donde validamos esos pensamientos a edad muy temprana cuando nos vemos inmerso s en las experiencias de otros y simplemente descargamos su información sin que medie filtro alguno, sin ningún discernimiento de lo que estamos incorporando. De modo que no puede sorprendernos que las creencias de otros, se conviertan en el fundamento de lo que consideramos verdadero con respecto a nosotros y al mundo.
Lo que llamamos “ mi vida” está llena de éstas historias que hemos hecho nuestras que se transforma en nuestra forma automática de ser y afecta en forma directa a nuestra vida.
Estos pensamientos repetitivos e inconscientes generan patrones de conducta automáticos adquiridos que son casi involuntarios.
Es como cuando aprendemos a conducir, al principio tenemos que concentrarnos para hacer todos los movimientos simultáneamente, volante, cambios, espejo, luces, frenos, etc., pero una vez que lo integramos ya es una conducta automática, no tenemos que pensar cuando hacer un cambio o frenar, incluso la atención puede estar en otra cosa y conducir perfectamente bien.
Todo lo que creemos que somos, no somos y todas las historias que nos contamos, no son reales.
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